De vuelta en Madrid tras nuestra estancia en Londres y Menorca pinté este cuadro junto con otro paisaje (Alcalá desde Seguros Vitalicio) desde la azotea del edificio Vitalicio, ahora Generali, en la calle Alcalá 21, en la parte alta del barrio Sevilla en el centro de Madrid.

Le pedí permiso al portero y a la comunidad y me dejaron acceder durante más de un mes a la azotea para pintar estos dos cuadros.

Iba a diario, durante muchas horas y pintaba prácticamente sin interrupciones para completar un cuadro tan grande y lleno de detalles.

Los paisajes urbanos son agotadores. Conseguir que la perspectiva de edificios y ventanas quede bien es complicado, en seguida se nota si una línea no va a su punto de fuga o un edificio se cae. No perderse entre las calles al trasladarlas al cuadro es igual de difícil que al recorrerlas a pie.

La azotea era grande, y tenía que atar bien el cuadro para evitar el molesto viento. Siempre hay viento cuando pintas desde cierta altura. Se ata el cuadro en la dirección del viento para que no soporte mucha fuerza, pero aun así no se puede evitar que todo el lienzo tiemble, algo irritante cuando tratas de detallar una ventana de pocos milímetros o dibujar una antena recta con un pincel fino.

Y lo peor fue que en un golpe de viento el cuadro y caballete se volaron, todo estaba atado, pero el soporte superior del caballete, una pieza pequeña de metal, se calló a la calle. El terror se apoderó de mi al bajar corriendo a la calle pensando que había abierto la cabeza a algún transeúnte. Por suerte no pasó y a partir de ahí me he asegurado que no pueda volver a suceder.

Un día que me encontré a unos operarios arreglando una antena, después de tanto tiempo me parecieron unos intrusos.

El reto era conseguir el color de un momento en concreto. Los espectaculares atardeceres.

Gonzalo de Linos